El embarazo es una condición que genera una serie de cambios metabólicos, endócrinos e inmunológicos que pueden afectar la piel, el pelo y las uñas. Muchos de los cambios que el embarazo provoca en la piel son considerados como fisiológicos (adaptaciones influenciadas en gran medida por hormonas); por otro lado, las enfermedades preexistentes pueden cambiar su comportamiento y finalmente, existen enfermedades de la piel propias de el embarazo.
El hecho de experimentar frecuentes brotes de acné durante el embarazo no sólo es normal, sino algo sumamente común.
Aunque existen algunas mujeres afortunadas cuyos problemas de acné desaparecen durante el embarazo, la mayor parte de ellas no son tan afortunadas. Se considera que una de cada dos mujeres embarazadas tiene riesgo de desarrollar acné, incluso, en algunos casos, este acné puede ser severo.
Al igual que la mayoría de los cambios que ocurren en el embarazo, el acné es atribuido al incremento de las hormonas masculinas (andrógenos) durante el primer trimestre del embarazo. Estas hormonas estimulan la secreción de las glándulas sebáceas y sucede en todas las mujeres embarazadas, pero, es difícil predecir en quiénes se desarrollará acné. Sin embargo, hay un riesgo mayor si existe una historia previa de acné o si se presentaron brotes al inicio del ciclo menstrual.
El acné se comporta de diferentes formas, ya que puede mejorar o empeorar durante el embarazo, y el empeoramiento está posiblemente relacionado con una respuesta individual al hiperandrogenismo (aumento de hormonas masculinas).
Así mismo, el acné puede presentarse en cualquier etapa del embarazo, por lo que hay que tener cuidado con la alimentación y medicamentos.
Dentro de los alimentos que se han visto involucrados como factor exacerbante del acné se encuentran los lácteos y carbohidratos procesados, y entre los medicamentos que pueden provocar acné están los esteroides (tomados y untados) y vitaminas como la B12. Por otro lado, si el acné no se presenta durante el primer trimestre, es poco probable que se presenten brotes más allá de lo habitual durante el segundo y tercer trimestre.
Tanto la aparición de nuevo acné como el empeoramiento del ya existente, tienden a mejorar uno o dos meses después del parto cuando las hormonas regresan a sus niveles normales.
Antes de iniciar cualquier tratamiento, es importante tener en cuenta que debe realizarse con suma precaución y siempre bajo prescripción médica.
Los tratamientos de venta libre para mejorar el acné son considerados como un tipo de medicamento que debe ser evitado hasta que se consulte con el médico especialista acerca de la seguridad de usar el mismo durante el embarazo.
Existen medicamentos para el acné que están contraindicados ya que pueden afectar la salud del bebé, desde los utilizados para el acné severo como la isotretinoína y los antibióticos orales. Las cremas con derivados de la vitamina A (ácido retinoico, adapaleno, etc) no deben usarse durante el embarazo, aunque su absorción es mínima y su uso esporádico no ha demostrado producir alteraciones en el feto.
El tratamiento no siempre es el mismo, éste depende de la severidad del acné. Como primera línea de tratamiento, si el acné es leve, se recomiendan los medicamentos tópicos. Se pueden emplear cremas que lleven en su composición antibióticos como eritromicina, clindamicina o metronidazol, así como peróxido de benzoilo y ácido azelaico.
Para acné moderado se pueden emplear con seguridad los macrólidos orales (eritromicina y azitromicina), la cefalexina o compuestos con zinc, sobre todo a partir del segundo trimestre.
Por lo anterior, es importante siempre que para tratar el acné se consulte con un especialista para que indique el tratamiento adecuado durante el embarazo y de acuerdo a la severidad del acné.
Artículo escrito por: Dra. Bertha Alicia Ramírez Cooremans
Dermatología Clínica, Quirúrgica y Cosmética